lunes, 11 de mayo de 2015

¿Por qué no nos desarrollamos?




Ha sido un interrogante para mí y para muchos historiadores ¿por qué América Latina no se desarrolla? Pienso que son muchos los factores. Ello tiene su explicación en nuestros antecedentes históricos.

 

En primer lugar tenemos que dejar el mito de la leyenda negra de nuestro origen hispano. Muchos latinoamericanos dicen que si los  ingleses nos hubieran conquistado la situación sería diferente. Las metrópolis de cualquier latitud nunca se interesaron por desarrollar sus dominios de Ultramar. Solamente se preocuparon porque éstas fueran proveedoras de materias primas. Otro  de los mitos se refiere al medio climático. Naciones de clima tropical como Tailandia, Singapur, Malasia, Indonesia e India  son naciones ya industrializadas. De otra parte también es otro mito la religión. Hay naciones católicas como España, Italia, Francia y Bélgica que son desarrolladas desde el punto de vista económico con altos índices de crecimiento.

 

Los factores por los cuales América Latina no se ha desarrollado han sido varios. Tenemos que partir de la base de que en España el sistema mercantil predominó la economía de extracción que la formación de centros industriales. La aparición de la hacienda obedeció a la necesidad de crear dispensas  agro productivas para  abastecer  las minas de oro y plata de las Américas. Los hacendatarios en la región llegaron a constituirse en focos de poder económico y posteriormente político,  formando oligarquías de dominio en sus respectivas regiones. Se inculcó en la hacienda, la minería  y el comercio la  única manera de generar riqueza,  lo cual llevó en la conciencia de los latinoamericanos buscar mercados de tradición más no de innovación.

 

Otro factor que debemos tener en cuenta es el predominio hacia la monopolización. La economía mercantil hispana consistió en monopolizar el comercio en favor de los mercaderes peninsulares, pues no les permitieron a los comerciantes del continente competir  con los productores españoles. Fue un monopolio sofocante en comparación con el monopolio inglés, el cual permitió a los empresarios norteamericanos comerciar en diferentes latitudes de las colonias inglesas. El monopolio perduró no solo en la era provincial, se formaron nuevos en la formación de los estados nacionales hispanoamericanos-que desplazaron a los peninsulares- y ha predominado en nuestros días. Ha  sido una constante histórica en la economía de América Latina. Las industrias en los países industrializados  se formaron con competencia; mientras que en el subcontinente se formaron con monopolios, un proceso totalmente a la inversa. Una economía monopolística no permite la competitividad, por tanto impide la creatividad, base de la innovación, la invención y la creación de nuevos mercados.

 

Del mismo modo debemos entender otro factor de peso, la negación de lo hispano. La independencia de Hispanoamérica generó un traumatismo que llevó a las élites dirigentes republicanas rechazar el pasado colonial, lo cual implicó importar modelos foráneos de desarrollo en vez de adaptarlos a nuestras realidades,  en caso contrario-como sucedió con el positivismo- se adaptaron a los sectores de producción tradicionales. Otras regiones han demostrado que  los modelos económicos deben ser adaptados a la idiosincrasia de cada pueblo y cultura para que éstos no lleguen a ser un muro que impida el progreso.

 

De igual manera, el modelo de desarrollo hacia afuera ha sido otro factor de peso. La dinámica colonial de vender la producción hacia los mercados españoles impidió la creación de un mercado interno fuerte y consolidado. En América Latina predomina la búsqueda  de mercados externos como manera de encontrar riqueza, en vez de  estimular una demanda interna que lleve a un desarrollo autárquico y endógeno. En muchas naciones del continente, los mercados internos no abarcan las tres cuartas partes de sus geografías nacionales. Se estimula la inversión extranjera constituyéndose en economía golondrina, lo cual impide un crecimiento importante para la región. Se ha inculcado la exportación como modelo de riqueza llevando a la devaluación de  las economías en detrimento del fortalecimiento del poder adquisitivo. Mientras en las naciones industrializadas las redes caminos viales y férreos se interconectaban de norte a sur y de este a oeste;  en las naciones de América Latina se interconectaron de las plantaciones al puerto, acrecentando la dependencia hacia la demanda internacional.


La falta de confianza interpersonal ha sido otro factor de peso. Durante la dominación española,
El Consejo de Indias imponía la revisión de las leyes impuestas por  los Virreyes o Capitanes Generales en los reinos de América. Como estas duraban tiempo en ser enviadas y estar sujetas a revisión para ser devueltas con sus respectivas rectificaciones, se formó un vacío de autoridad, con el cuál el latinoamericano vivió en una dinámica de ilegalidad permanente, un proceso que se ha mantenido hasta nuestros días. Este clima de desconfianza, y la tramitología burocrática heredada del sistema colonial, impide la apuesta en los inventores por permanecer en estas regiones para patentar sus inventos; mas bien, prefieren buscar otras latitudes donde se les garantice  derechos legales para desarrollar   sus inventos a cabalidad.
 

Así mismo el modelo de desarrollo foráneo establecido por David Ricardo ha perjudicado a América Latina en altas proporciones. La división internacional del trabajo-en la cual se establecía por dogma la producción de manufactura para las naciones del norte industrializadas y la extracción de materias primas para las de economía agrícola especialmente en las naciones del sur- generó un modelo de tradición productiva encaminado a la búsqueda y extracción de recursos básicos. Aunque en el siglo XX se generó una fase de sustitución de importaciones, este  fracasó- por condiciones  del sector internacional financiero, inflación, formación de nuevos monopolios, así como por falta de continuidad de los empresarios de América Latina en el proceso- de lo cual se deduce la existencia de la doctrina en el inconsciente colectivo de los industriales de la región. No hay una preocupación real por innovar, para que los industriales de las naciones desarrolladas mantengan dicho proceso.


Del mismo modo otro factor consiste en la falta de equilibrio de la balanza a la hora de implantar políticas económicas por la polarización de las corrientes ideológicas. Algunos estados nacionales optaron por la vía del énfasis del mercado interno, dejando la exportación a un segundo plano, los cuales han llevado a vender menos artículos al mercado externo. En consecuencia, al producirse crisis económicas internas,  los exportadores no han estado en capacidad de compensar coyunturas económicas por el extremo en el cual los gobiernos han estado inclinados. Del mismo modo, políticas socialistas de expropiación y control de precios impiden la generación de márgenes de ganancia para los industriales, lo cual ha conllevado a fuga de capitales, acentuando crisis económicas en la región.  

 

De todo ello podemos deducir que en el subcontinente, no existe burguesía como dicen historiadores emergentes que han estudiado el proceso. Hay un  empresariado, pero no un sector burgués porque éste dispone de dos éticas las cuales son: la búsqueda por el fortalecimiento del estado y la tendencia hacia la innovación. Fueron los burgomaestres quienes crearon bienes de capital o manufacturas que permitieran la  producción  de excedentes a escala y luego en masa durante la aparición del capitalismo así como la revolución industrial. En España existieron comerciantes durante la Edad Moderna, dedicados a intercambiar productos, más no burgueses. Esta  dinámica productiva se heredó en el subcontinente. Las economías de América Latina necesitan de estos sectores para romper la larga duración de dependencia histórica en la cual se haya sumida. Producir bienes de capital mas no importarlos, buscar modelos autárquicos de desarrollo que permitan fortalecer el mercado interno-sin descuidar el externo- así como ampliar su cobertura para conectarlos con las regiones marginadas.

 

Llegó la hora de buscar el desarrollo. Los estados nacionales deben promover la competitividad interna, estimular empresarios emergentes que pretendan innovar, regular los mercados que conlleven a la búsqueda y creación de tecnología sectorizar los monopolios, para el fortalecimiento de las naciones. América Latina no necesita más comercio, sino de  una política industrial basada en tecnología de manufactura para en el mediano y largo plazo producir tecnología de punta con desarrollo sostenible. No es pedir un imposible, simplemente es tomar conciencia de ello.



                                           El Galeón de Veracruz.
 
 


                                                  El Galeón de Manila.
 
                
                                      Red ferroviaria argentina en 1900.


                                      Modelo económico agroexportador